Wednesday, October 25, 2006

Paréntesis ----> Carta lluviosa

Fotografía de Paola D.

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Hoy, las nubes cubren las estrellas. Se observan como un manto espeso y grisáceo, dominan con egocentrismo el cielo de la ciudad de Monterrey. Hace tres días que no para de llover. Caen gotas desde que amanece hasta que el sol se oculta, todo está húmedo ya. Tan húmedo está mi cuerpo como el resto de la naturaleza.




Aunque pareciera un panorama triste, este tiempo es magnífico. Llena de energía mi cuerpo y exalta los pensamientos sublimes de mi mente. Luego, me siento a escribir. Redacto para ti, lo que no podría para nadie más. Porque mis palabras son tuyas y su tinta, virtual, también.




Hay algo que quiero decir. Cuando digo “quiero”, significa que me hace falta decirlo. Porque así lo siento, y nada más. Y la exclamación que pronunciaré para ti, va acompañada de mi sinceridad: te extraño mucho.




La complejidad de esa frase tan lujosa, yace en lo difícil que es entenderla. Permíteme ayudarte a comprender lo que vibra en mí, lo mismo que te digo entre comillas. Te extraño, porque necesito de ti. De tu cuerpo incandescente que me prende, de tus labios dulces que nutren mis sensaciones y de esas manos acariciantes que posees, y que untan con libido mi cuerpo. Me haces falta cada segundo que transcurre. Cuando me siento sólo, deseo estar abrazado de ti; o simplemente observarte.




Suelo inspeccionar con detalle los gestos de tu cara. Y los extraño a ellos también. Porque ahí se fundamenta tu personalidad: curiosa, perseverante, luchadora, sonriente, nerviosa. Me faltan tus juegos, maravillosas aventuras de la mente.




Extrañarte se ha convertido en la parte exquisita del día, acompañada de un detalle particular: es dulce pensar tanto en ti; resulta amargo desear tanto el momento de tenerte en mis brazos; luce divina tu imagen en mis pensamientos; carece tu voz de una realidad firme en mi mente. Con esto quiero decir que me gusta extrañarte, pero también me gusta mucho no tener que hacerlo. Me gusta mucho estar contigo. Me gusta mucho morder tu oreja. Me gustas mucho tú, y toda tú.




Si bastaran mis oraciones para convencer al mundo de mi pasión, escribiría poemas todo el día. Si bastara mi mano empuñada sobre las hojas, sería periódico autónomo en su escritura. Si bastara el amor para cumplir todos los sueños, estaría contigo, ahora mismo: besándote con el sabor tenue, aromático de mi labio.


Te extraño y nada más.
 
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