Sorprendente me resulta vivir lo que narro. Tú, me enseñaste a escribir esos versos rítmicos, llenos de sátira e ironía, en honor de los políticos tan criticables de nuestro país. Tú, brindaste a mi puño la magia de su tinta, cortaste uno de tus dedos para que yo pudiera nacer. Para que creara "calaveritas" de la guerra y el amor. Hoy, aunque parece fantasía, te escribo a ti.
No un poema cómico ni altanero. Una ofrenda, el altar de regalos mexicas, mayas, tlaxcaltecas, teotihuacanos, toltecas, zapotecas, olmecas, mixtecos y demás, que en estos momentos se reúnen para tí. Entre las cañas dulces, los tejocotes, naranjas, tamales, flores de cempasúchil y la música de mi corrido, coloco en el centro tierra morena. El color de nuestro país, la que tu inyectaste por mis arterias para darme vida. El regalo fundamental.
En la meseta más alta, coloco el último poema que mis labios físicos declamaron para tí. Lo cantaron contra el viento lluvioso de tu partida, para guiarte en conjunto con las velas y el aroma de nuestra tradición.
Tres días de verso, tres días de sentirte salir del carbono e incendiar mi vida con aventura, como siempre lo hiciste. Tres días, por las tres rosas que sembraste en México. Tres para tí...
La luna
La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es el mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos ayudan a bien morir.
Pon una hoja tierna de la luna debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna en dosis precisas y controladas.
Te amo papá