Lizzeth:
Hoy, la vía más cercana para estar a tu lado, abrazándote, es a través de una voz sutil, ligera, arrulladora; que se disperse como ondas en el espacio para que tú seas receptor. De esta forma, me acurruco en tus hombros. Abrazo tu cintura y beso tu frente.
Estamos juntos, en armonía, yo sintetizando mi amor fonético y tú, siendo antena de este sentimiento. Me pongo a recitar el canto apasionado que nos conecta. La lluvia musical que marca con su ritmo, el paso de los primeros seis meses más hermosos.
En Monterrey hace frío, penetrante por los celos que agobian su clima cuando marchas vigorosa sobre la vereda. Yo te acompaño en cada instante. Me gusta estar contigo. Adoro que el mundo observe el deseo de que seamos uno, tú, yo, tuyo, uno y solamente uno. Construyendo en cada lapso la vida de oro que nos hemos prometido.
Esta es una carta de entusiasmo. Es un papel que grita a tus ojos lo orgulloso de mi ser, que eres tú. El triunfo final sobre tus angustias, que ahora brinda calma, prosperidad. Es un documento de logro, por estar juntos con un ideal de amor. Por ser simplemente nosotros, tú, yo, tuyo, y solamente uno.
Con tan sólo seis abrazos, besos, caricias, rosas… pétalos me conquistas. Y pierdo la cabeza; que ya está tan lejos de mi tronco como la fruta que cae al suelo con la brisa cálida del verano. Tan lejos de mi individualidad perdida, tan cerca de la pareja que coge mis manos.
Voy a desconectar el frío. He prendido una fogata. Sus chispas revolotean en el techo de mi hogar. Como la habitación gana energía, comienzo a desvestirme. Primero suelto mis ropas, luego mi piel, huesos y aire. Ya sólo queda mi mente, acompañada de la desnudez del corazón. Las fuerzas motrices me mantienen con vida, que son tuyas, porque en lo que tú haces trabajan todo el tiempo.
La recámara se vuelve una visión turbia, serena. Los humos gobiernan todo yo, todo lo que queda. Estoy dormido, nado en el universo acuoso de la imaginación. Nado para acercarme, no me quiero extraviar.
Al despertar, ya estoy ahí. Y ni tú, ni yo lo creemos, ni tú ni yo lo entendemos; sólo y solamente tú, yo, tuyo; sólo como dos y uno mismo.
Cierro el baúl. Ciérralo conmigo. Aquí está guardado el todo. Lo abriremos cada día, cada instante o cada tiempo. El sello se romperá por si mismo, por que ni el pegamento más fuerte podrá contener su deseo insaciable de estallar. Aventando cada pedazo a un rincón de lo real, impregnado del amor glorioso que nos mantiene juntos, tú, yo, tuyo… los dos en uno mismo.