1042 semanas han pasado. Ya ni siquiera cuento los inviernos. Estoy encerrado en un calabozo de piedra, volando con el aroma de la coca; seco, seco por dentro como una raiz muerta. Cuánto tiempo habré pasado en este endemoniado lugar que ya no recuerdo la luz. Mi enfado contra la agonía no se puede exacerbar más.
Intento suicidarme y reconocer en mi sangre la existencia. Suicido mi mente para teminar esto que en vida ya no se puede detener. He roto 20 espejos. Uno por año, para demostrarle a la muerte que la maldición me resbala. Me transforma en algo que no soy.
Las predes de esta prisión están grabadas con el rasguño de mi anhelo: no puede ser peor...