La genética explica que el origen de nuestros cuerpos se logra gracias a la participación de moléculas diminutas, enamoradas unas de otras, que construyen polímeros funcionales. Se llaman bases púricas y pirimídicas, son las autoras de cada gen en el núcleo celular.
De ellas nacen los sueños, el pensamiento, los sentimientos y emociones, el color de ojos y, por supuesto, las ganas de hacer el amor. Por eso me fascina tal ciencia, minúscula y divertida, que narra la formación de nuestro fenotipo como el ensamblaje de tabiques, granos de sal.
El resultado es una gran playa repleta de arena, donde los cristales inorgánicos se mezclan unos con otros y dan forma a siluetas hermosas, sublimes como la tuya. Cuando dos cuerpos chocan, los granos se revuelven y la playa pasa a ser isla. Terreno de pasión.
Mecanismo fascinante, maravilla entendida por el hombre pero incomprendida por su origen; sin embargo, no es importante captarlo todo. Basta con regocijarse al saber que el amor está en nuestra naturaleza, y se construye con bloquecitos.
¿Ves que la ciencia ayuda mucho a entender el universo?