Friday, February 16, 2007

Galaxia


Compré un amuleto. En el tianguis gitano, Madame Beauté habló sobre mística, acompañada de posibles sorpresas. Su discurso fue alentador y yo no contuve las ganas de comprar el objeto brillante.

Se trata de un ornamento tallado en metal de oro, pieza maestra de orfebrería. Sus contornos son sutiles como el agua tibia de un manantial en verano; además, en la base de su cuerpo y al centro, yace símbolo de fuerza: el sol.

Su parte frontal contiene un espejo muy sospechoso. Luce tan perfectamente confeccionado que cualquiera lo confundiría con producción del mejor maître de la zona. Y ahí, en su superficie lisa y provocadora, no existen los reflejos. Parece una caja oculta, sellada herméticamente para que ningún alma perdida sea capaz de internarse en su verdad.

Lo observo fijamente y parezco figura de la fantasía. Vampiro, desconocedor de una imagen propia y ajeno a mis rasgos de identidad. Mantengo mi mirada escéptica y lo contemplo profundamente. De pronto, algo ocurre. Mi cuerpo se humedece, cada una de mis células se solubiliza en el aire (y también lo que las compone). Ya no soy, ni estoy, ni siento.

La gitana mencionó que era un portal al júbilo, al nunca terminable mundo de lo utópico y hermoso. Ahora comprendo sus palabras, ahora que aparezco aquí. En el lugar donde lo único que me separa de quien amo es un manto de nube.
 
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