Sentado frente a una ventana que da a la calle, he observado todo el día las gotas de lluvia. Me impresionó su caída, dosificada siempre de tal forma que la tierra se moje heterogénea. Cuando quise recordar que estaba afuera de mi cuarto, mi cuerpo yacía ya totalmente humedecido. Con el sabor de la vida en todos sus rincones.
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Fue entonces cuando mi mente creó la imagen de un cuerpo femenino, hermoso, como claro de luna que ilumina la noche densa en el bosque. Me volví ráfaga para acercarme a ella en el sueño. Un sueño de ojos bien abiertos. Y cuando con la calidez de mi brisa perdí toda densidad, floté para ser boya y red. Encerrándote entre mis cuerdas finas para guardar tu compañía.
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Luego retomé conciencia. Una lágrima del cielo tuvo el tino de golpear mis ojos para hacerme despertar. Deslicé mi lengua sobre los labios para beber otros cuantos pedazos de luna. Porque la noche arribó sin avisar.
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Entiendo ahora que tu cuerpo en cucharadas sabe mejor.