Llorando el tiempo

A mis hermanos...
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Espacio vacío e insólito.
El tiempo se ha perdido.
No, eso anterior debo corregirlo:
se ha parado.
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Alto total en lo que antes fue:
la vida, las esperanzas, los sueños,
la fe. El deseo próspero de lucha
y amor por el otro.
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La casa solariega que nos queda
luce las armas de quien forjó,
tupido de emociones,
el fundamento que rige nuestra vida.
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Y aquí, parado en medio de su vastedad,
confieso que me entristece pensar un poco.
Que lloro y lloro en la intimidad,
la mía y la de toda madera presente.
Flora que brinda ese aroma propio
de nuestro hogar.
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Gotas de nostalgia. Gotas de anis.
Lágrimas de asado y poesía.
LLanto de sidra, de puro, de canto.
Alegría, por una vida tan lograda,
que rompe el cuadro de todo lo demás.
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Frente a mi yace nuestra foto.
Tres pequeñines juntos en pleno desmadre.
Una hermana tierna,
abrazándonos a los tres con su distancia.
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Y digo viva, viva y venga el comienzo de un nuevo tiempo.
Dejemos a las manecillas caminar,
pero frenemos su prisa.

No ritmo

Retumba el tamboreo del merengue.

Todos bailan en la pista,

el mas timido de los presentes:

tambien.

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Su ritmo no encaja,

cada uno de sus pasos choca con la melodia

y desquebraja el sentimiento musical.

El baila y marca falso,

patea y sigue contrario,

gira y cae mal.

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En su cuerpo corre seguro,

palpitante y pausado,

el bombazo intimidante de la discrepancia.

Canta, pero el publico ya noto

que no persigue la misma sintonia.

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Denle el microfono, dejenlo orar,

que su discurso cantado es diferente

y promete la serenidad de lo novedoso.

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Lo cierto es que

no vendra nunca mas a este rincon,

su sentir sigue otras bandas,

las que se alejan de la costa

y buscan la ciudad.

El observador

Me he ganado este pseudonimo por metiche.
Escribo sin acentos y con mala puntuacion,
pero en mis ojos se armoniza un tesoro
que responde cuando lo llamo vocacion.
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Y en este salon de la fama, donde los hombres
(y las mujeres tambien) se disfrazan de atributos infames,
yo miro apaciguado el mundo girar.
Porque con el zarpazo certero de mi analisis visual,
desnudo completamente a los transeuntes.
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Y quienes piensan que se escudan con personalidad,
gritan en sus caprichos lo ridiculo de su actitud.
No hay ropajes que huyan perfectamente de estos,
mis ojos tenues y serenos.
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Me leen? Equivocados!
Te leo yo a ti.

Sobre el amor y otras buenas costumbres

Sentado frente a una ventana que da a la calle, he observado todo el día las gotas de lluvia. Me impresionó su caída, dosificada siempre de tal forma que la tierra se moje heterogénea. Cuando quise recordar que estaba afuera de mi cuarto, mi cuerpo yacía ya totalmente humedecido. Con el sabor de la vida en todos sus rincones.

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Fue entonces cuando mi mente creó la imagen de un cuerpo femenino, hermoso, como claro de luna que ilumina la noche densa en el bosque. Me volví ráfaga para acercarme a ella en el sueño. Un sueño de ojos bien abiertos. Y cuando con la calidez de mi brisa perdí toda densidad, floté para ser boya y red. Encerrándote entre mis cuerdas finas para guardar tu compañía.

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Luego retomé conciencia. Una lágrima del cielo tuvo el tino de golpear mis ojos para hacerme despertar. Deslicé mi lengua sobre los labios para beber otros cuantos pedazos de luna. Porque la noche arribó sin avisar.

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Entiendo ahora que tu cuerpo en cucharadas sabe mejor.

Ventre

Durante toda mi vida descansé en tu pecho,
seguro de nunca padecer por tu ausencia.
Con la mente concentrada en imágenes nuevas,
con los ojos perdidos en mi ignorancia,
abracé tu cuerpo para sentir fortaleza.
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Después crecí, logrando nuevos pasos
en caminos sinuosos que, en la mayoría de los casos,
no culminaron en algún lugar. Sólo en lo desconocido.
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Aún entonces, yo continuaba recostado sobre ti.
Tu calor disipaba el miedo. Iluminaba las sombras,
las manchas obscuras de una sociedad podrida por su indiferencia.
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Subitamente, me caí.
Resbalé por las laderas de tu cuerpo
y me estampé contra el suelo bajo el efecto de un sonido seco.
¡Puf! Ya no estabas ahí. Y yo, cubierto de la confusión aterrante
generada por tu ausencia, me levanté. Marché de frente.
Para seguir recorriendo los caminos sinuosos que tú me enseñaste
a iluminar.

Binoculares

¿Qué haces cuando te aburres?

Agotarse no resulta en una buena alternativa.

Que tal si tomas los dedos índice y pulgar,

para ajustar un poco el aumento de tu mirada.

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Observar las cosas con claridad incrementa las

posibilidades de ver más allá. Tan lejos, que en

ocasiones se puede sentir el calor de las estrellas.

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Uso mis lentes para captar la certeza.

Para sentirte junto a mi, donde quiera que esté.

Aprovecho mi sueño, para hacer efectos con mis ojos:

esperando con impaciencia que alguno enfoque tu lugar.

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¿Dónde, dónde que no te veo y te extraño tanto?

Lo acabo de entender.

Estás en el fondo del mar.

Muy lejos, abrazada de mi amor.

Post-nocturna

Quien iba a pensar que la fiesta con que vivo

nunca termina. Más bien se preserva,

como hielo en Antártida. Es un festival de mi espíritu,

una gloria de labios compartidos.

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Aunque mis ojos se cierran y mi mente está perdida,

es dulce su sabor. Tan enamorado y sensible.

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Hoy amanecí sobre el suelo, con dolor de caderas.

La manera en que vivimos

Con la llegada del amanecer bailan las letras.

Fantasmas, movimientos borrosos que se marcan

en el vidrio, las paredes, los mosaicos del suelo.

Ecuaciones dinamicas, con diferenciales de

orden imaginario.

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Nuestra arma es el libro, valiente portador de municiones

y destrezas, tan agil y canibal para exterminar toda

materia gris. Triste por las celulas que la componen.

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Entrada la tarde, el entusiasmo se termina.

Frustracion y envidia se acumuan;

deseo celoso de sangre intelectual.

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Cuando el lapiz se rompe, la noche termina.

Eterno

Manto luminoso, cielo claro.

En tu horizonte confundo la franja con que terminas,

linea divisora que denuncia tu silueta.

Arrojas tu sombra. Envuelves el mundo.

Lloras, cada vez que la tierra te convoca.

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Por el crepitar de tus deslices te descubres,

presumiendo un nuevo frente esponjado y,

cual almohada de azucar, exhortas a los hombres

(todos vulnerables) con probar el deleitoso sabor

de tu gloria magna.
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De tu lecho caen mensajes de paz.

Serenidad frondosa, fruto de la equidad.

Con tu perspicacia los escondes en codigos carnales.

Sobre la piel de tu hija, dentro de cada gota que

humecta sus labios y en su mirada.

Ternura bizarra inentendible.

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Ahora deseeo leer cada uno de ellos.

Intento ser aguila, paloma o condor.

Para abrazarme con tu frescura,

acechar a tu mensajera y,

cuando ella menos se lo espere, penetrar.

Tan profundo en sus huellas,

como en la calida colcha de tu amor.