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Varado en el desierto
sólo pienso en un amor
que no es de aquí o de allá;
sino del centro,
aquel que clama mi aventura.
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Su contorno es definido
pues viste para ser notada,
y cuando caigo alucinante
su oasis ocurre frente a mi:
vueltas y más vueltas inconclusas.
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Perra, triste y maldecida;
así te clamo con desdén
tu nombre golpetea mis entrañas
obligando mi digestion a frenarse.
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Me rodeas y me invades,
no importando el color de mi piel,
el ocaso de mis ojos ó sangre al amanecer.
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Extraño a una persona, me revuelco,
pero tú me impides escapar
con cadenas en el cuello y arneses muy pesados,
confusión, ¡desgraciada!
vete y ¡échate a andar!.