Tes mots

Fotografía de Paola D.

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¿Quién eres tú?

Camaléon parrandero y criticón

que se esconde bajo manchas ilegítimas,

pseudo jaguar,

hijo de Huitzilopochtli.

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Azul ágata recorre tus arterias

y desemboca en el plumaje colorido

que esconde tu verdad.

Colibrí de la muerte,

del poder y la energía.

Los aztecas te concebían como un sol,

hoy solo quemas cenizas.

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La urbe mexica moderna,

nosotros, hijos de criollos y mestizos,

primogénitos del amor,

vetamos tu presencia en el mundo.

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Ya no queremos sangre ni codicia,

ahora soñamos con paz.

Crepúsculo

Fotografía de Paola D.

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Un día pregunté a Alejandro:

¿cómo haces para encontrar el ángulo perfecto en tus fotografías?

A lo que él simplemente respondió:

¿cómo haces tú para escribir cosas que me gustan tanto?

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Ese día comprendí que la imaginación y la técnica humanas no tienen frontera.

Aprendí también, que en ocasiones, el escritor calla frente a la fotografía.

El México que vivimos

Fotografía de Lord Alejandro Felpa

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Veo a México y pienso en ti,

que vestías mozo y mal portado

sus cambios sociológicos surrealistas.

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Por las calles me paseo,

siempre de noche, siempre enamorado,

esperando la víspera luminosa del sol.

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Encuentro un pozo en suburbios marginados,

en catedrales fracturadas,

en las manos sangradas de niños

que con chicles y mocazos,

piden limosna de amor.

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No cabe duda México mío,

que bajo tus rayos de esplendor

quedan todavía muchas sombras perdidas.

Piedras negras

Fotografía de Lord Alejandro Felpa

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Tus ojos ¡chica! me encantan,

presumen el brillo ancestral

de nuestro cuerpo, nuestra sangre,

color obsidiana para oboe que musicaliza,

con tonos suaves,

el sabor de México en pintura.

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¡Chiquilasa!

De dotes atractivos estás disfrazada,

pero uraña te mantienes,

acosando y deseando,

apartando y deshojando

cuanto chicoco,

con o sin chicha,

se avienta sobre ti.

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Pero de tus manos brota agua pura

que nutre madreselvas y mundillos,

flores silvestre propias de la tierra

curanderas de su pueblo,

vitaminas para su lucha.

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Entonces comprendo que perteneces poco a hombres

ni a sus deseos,

eres más bien buscadora de un futuro

que con esas iris tan profundas,

de día o de noche,

persigues valiente la luz de tu profesía.

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En tus ojos me pierdo,

de tal forma que me ahoga o me trago,

sediento siempre,

el río que oculta tus piedras negras.