Recordar es nostalgia. Es aprender.
Evitar repeticiones de lo mismo,
sensibilizar la mente frente a lo atroz;
para no padecer el mismo mal con frecuencia.
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Enlace hacia un pedazo diminuto de la época dura,
aquella que abatió las vidas de muchos.
Creemos conciencia, degustemos melancolía.
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Muchas son las historias que mis padres me contaron sobre Uruguay. Observar los periódicos de entonces que ellos conservan con afecto, me transporta hacia un tiempo donde el sentido humano se expresaba como gobernante frente al terror.
A mi me parece que hoy le falta al mundo mucha de esa pasión por la libertad, la vida, el amor, la alegría y la equidad. Observar el documental me conmueve. Enciende mis sentimientos y me exige gritar a la sociedad humana que todos somos hermanos, deseosos siempre de habitar un lugar mejor.
Qué hermoso confirmar que las historias de mi infancia son reales, que muchas personas gozan todavía de los logros de una lucha contra la dictadura y que nuestro padre, de una forma u otra, nos hizo parte de ese ideal dejándonos la herencia de una educación objetiva, sensible y activa: listos siempre para brindar lo mismo que él cuando la oportunidad nos alcance.
Desde un rincón en Puebla, México ( nuestra casa que también es suya), mando un beso cariñoso a la familia Uruguaya; aquella que en el postulado primordial de nuestro padre está constituída por ustedes y sus amigos, hijos y hermanos, familiares y parejas. Todos humanos, todos compartiendo el mismo gusto por la libertad, la tierra y el delicioso gourmet de vivir dentro de ella en paz.
Papá creía a pie juntillas que vivir es darse, y se dió. Sigamos dándonos nosotros también.